Lectura 3
Introducción de Manuel Sacristán a "ANTI-DURING". Autor: F. Engels.
Qué es una concepción del mundo.
En este texto, el autor reflexiona acerca de la naturaleza de las concepciones del mundo. Inicia el discurso con una serie de consideraciones generales acerca de qué es lo que constituye tales concepción, circunscribiéndose particularmente al ámbito social. Posteriormente se referirá a una concepción del mundo en particular, la marxista.
Comienza el autor del texto su exposición aclarando que una concepción del mundo no es un conocimiento en sentido científico, sino más bien “una serie de principios que dan razón de la conducta de un sujeto”, en base a los cuales se explica tal conducta. Tales principios son o suelen ser inconscientes, por lo que su materialización en conductas efectivas y observables suele desarrollarse de forma acrítica.
Es posible, según el autor, que estos principios se encuentren formulado explícitamente en la cultura propia de la sociedad en la que se vive. Tal cultura contiene “un conjunto de afirmaciones acerca de la naturaleza del mundo físico y de la vida”, lo que suele condicionar la conducta de los sujetos que la comparten.
El hecho de que una cultura formule explícitamente su concepción del mundo no implica necesariamente, según el autor, que en realidad, de tal concepción se derive un funcionamiento social efectivo fiel a la misma. Suele darse en realidad que en la sociedad esté activa una concepción de la realidad transversalmente penetrada de ideología.
Se impone, por tanto, la necesidad de establecer una relación entre las concepciones del mundo y la ciencia positiva, de modo que podamos arrojar luz sobre estas cuestiones.
Vemos, sin embargo, como esta relación entre concepción del mundo y ciencia va cambiando a lo largo de la historia, de una civilización a otra. Es este proceso, el saber filosófico va perdiendo ámbitos de conocimiento a favor de las ciencias positivas, intentado desesperadamente salvar su propia identidad procurándose preguntas y respuestas supuestamente superiores a las de las ciencias, trascendiéndolas e integrándolas de modo que fuera capaz de constituir un saber válido para conocer la realidad “con la misma positividad que el de la ciencia”.
Esta pretensión de la filosofía sistemática pierde su razón de ser a mediados del S. XIX, teniendo a Engels como protagonista, debido a las características que el saber debía desde entonces tener y que la filosofía no tenía. Estas características son:
1.- Intersubjetividad: “que todas las personas adecuadamente preparadas entienden su formulación del mismo modo”. Esta característica es propia del conocimiento científico-positivo, y ajena al mundo de la filosofía así como el de la religión.
2.- Capacidad de posibilitar previsiones exactas: característica no presente en el saber filosófico.
El caso es que las concepciones del mundo carecen absolutamente de estas dos características propias del saber científico, pues aspectos fundamentales para ellas, como la existencia de Dios por ejemplo, son cuestiones no susceptibles de ser conocidas positivamente a través de la evidencia empírica.
La conclusión a la que llega el autor tras todas estas consideraciones es que “la concepción del mundo que tome a la ciencia como único cuerpo de conocimiento real” fundamentará su construcción en los descubrimientos científicos, y se erigirá así mismo como guía para las futuras investigaciones.
Vemos, en cualquier caso, que de una forma u otra, el conocimiento científico se encuentra condicionado por una determinada concepción del mundo.
Siguiendo la argumentación, el autor del texto analiza pormenorizadamente una de las posibles concepciones del mundo; la marxista, cuya formulación respeta las siguientes características:
1.- La concepción materialista y dialéctica del mundo: el marxismo aspira a formular una concepción del mundo explícita, libre de componentes ocultos o idealizados. De este modo, una vez liberada la consciencia de estos componentes, podrá liberarse igualmente la práctica.
2.- La concepción marxista del mundo no es una filosofía: pues se trata de una concepción que no se coloca por encima de las ciencias positivas, sino que, por el contrario, se sostiene en la propia ciencia real. Quedaría la filosofía configurada, desde esta perspectiva, como un nivel del pensamiento científico, el responsable de la inspiración y la reflexión de la investigación, eliminando definitivamente la idea de la filosofía sistemática como conocimiento situado por encima del positivo.
Esta forma de concebir el mundo obedece al principio del “Inmanentismo”, que pretende que “la explicación de los fenómenos debe buscarse en otros fenómenos, en el mundo, y no en instancias ajenas o superiores al mundo”, principio cuya renuncia significaría la del saber científico. Se constituye pues este inmanentismo en el principio fundamentador de la concepción marxista del mundo, y cuya formulación definitiva cristaliza en el concepto de Materialismo.
El otro principio fundamentador de la concepción marxista del mundo es el principio de la Dialéctica. Este principio hace referencia a la limitación que supone la simplificación o reducción a la que somete el método científico a la realidad. El método científico sacrifica lo cualitativo que en la realidad estudiada existe en favor de la simplificación cuantitativa, mucho más operativa científicamente hablando. Esta forma de operar hace que se prescinda una parte fundamental y decisiva en el conocimiento de la individualidad de los objetos estudiados.
Pero la verdad no admite este tipo de discriminación, por muy operativa que ésta sea. Como dice el propio Engels, la verdad es el todo. La existencia humana, en último término, se desenvuelve en un ámbito de concreciones reales; precisamente “aquello que la ciencia positiva no puede recoger”. Se hace por tanto incuestionable la necesidad de llevar a cabo una tarea, que es la de la Dialéctica Materialista, que “consiste en recuperar lo concreto sin hacer intervenir más datos que los materialistas del análisis reductivo”. Es precisamente “el campo o ámbito de relevancia del pensamiento dialéctico el de las totalidades concretas”.
Hace referencia finalmente el autor de este texto a las aportaciones de Lenin a este respecto, quien afirma que el marxismo es “el análisis concreto de la situación concreta”, o sea, que la comprensión de las totalidades en sentido dialéctico supone la concreción de “presentes históricos localmente delimitados”.
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